21 agosto 2012

La vasija agrietada

Un cargador de agua tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras que la otra era perfecta y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

Cuando llegaba, la vasija rota solo contenía la mitad del agua. Por dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, perfecta para los fines para la cual fue creada; pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía conseguir la mitad de lo que se suponía debía hacer.

Después de dos años le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada de mi misma y me quiero disculpar contigo"...¿Por qué? le preguntó el aguador.
"Porque debido a mis grietas, solo puedes entregar la mitad de mi carga. Debido a mis grietas, solo obtienes la mitad del valor de lo que deberías."
El aguador se sintió muy apesadumbrado por la  vasija y con gran compasión le dijo: "Cuando regresemos a la casa del patrón quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. 
Así lo hizo y en efecto vio muchísimas flores hermosas a todo lo largo, pero de todos modos se sintió muy apenada porque al final solo llevaba la mitad de su carga. El aguador le dijo: "Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino?; siempre he sabido de tus grietas y quise obtener ventaja de ello, siembro semillas de flores a todo lo largo del camino por donde tu vas y todos los días tú las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Sin ser exactamente como eres, ella no hubiera tenido esa belleza sobre su mesa."

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero si le permitimos a Dios utilizar nuestras grietas para decorar la mesa de su Padre......

"En la gran economía de Dios, nada se desperdicia". "Sólo aquel que ensaya lo absurdo es capaz de conquistar lo imposible". Si sabes cuáles son tus grietas, aprovéchalas, y no te avergüences de ellas.

¿Zanahoria, huevo o café?

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?"

-"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta.

Le hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?"

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido ¿te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

Y tú,  ¿cuál de los tres eres?

09 agosto 2012

La maleta

Un hombre murió. Y al darse cuenta de lo que le había sucedido, vio que se acercaba Dios y que éste llevaba una maleta consigo.

Fue justo en ese momento que escuchó la voz de Dios diciéndole:

- Bien hijo, ha llegado ya la hora de irnos.

Pero el hombre asombrado le preguntó con voz trémula:

- ¿Ya? ¿Tan pronto? Yo tenía muchos planes...

- Lo siento, pero es el momento de tu partida. -Respondió Dios de manos unidas.

- ¿Que traes en la maleta, Dios? -preguntó el hombre.

 Dios lo miró atentamente y le respondió:

- ¡Tus pertenencias!!!...

- ¿Mis pertenencias, Dios? - el hombre exclamó alagado -. ¿Traes mis cosas, mi ropa, mi dinero? - continuó a inquirir.

Dios volvió a mirarlo y le respondió sobriamente y con voz templada:

- Eso nunca te perteneció, eran de la tierra.

- ¿Traes mis recuerdos? - quiso saber el hombre.

- Esos nunca te pertenecieron, eran del tiempo - afirmó Dios.

- ¿Traes mis talentos? - replicó el hombre.

- Esos no te pertenecieron, eran de las circunstancias.

- ¿Traes a mis amigos, a mis familiares? - objetó este.

- Lo siento, - dijo Dios -, ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.

- ¿Por acaso traes a mi mujer y a mis hijos? -insistió el hombre.

- Ellos nunca te pertenecieron, - repitió el Señor -, eran de tu corazón.

- ¿Entonces traes mi cuerpo? -  exhortó por fin el melancólico hombre.

- Él nunca te perteneció, ese era del polvo. - remachó Dios.

- ¿Entonces traes mi alma?

-¡No! Esa es mía.

Entonces, el hombre lleno de miedo, le arrebató a Dios la maleta de sus manos, y al abrirla, se dio cuenta que estaba vacía... Fue entonces que, con una lágrima de desamparo brotando de sus ojos, el hombre señaló:

- ¿Nunca tuve nada?

- Así es, - explicó Dios -, cada uno de los momentos que viviste fueron solo tuyos. ¡La vida es solo un momento...! ¡Un momento solo tuyo! Por eso, mientras estés a tiempo, disfrútalo en su totalidad. Que nada de lo que crees que te pertenece te detenga.... ¡Vive el ahora! ¡Vive tu vida...!!! Y no te olvides de SER FELIZ. ¡Eso e lo único que realmente vale la pena! ¡Las cosas materiales y todo lo demás por lo que luchaste, se quedan aquí­! ¡NO TE LLEVAS NADA! Valora a quienes te valoran, y no pierdas el tiempo con alguien que no tiene tiempo para ti.